Aquello de "más vale estar solo que
mal acompañado" es una verdad a medias. Un reciente estudio publicado en
la prestigiosa revista médica Circulation
concluye que el divorcio aumenta el riesgo para infarto de miocardio y acorta
las expectativas de vida. En un post anterior a este ya nos habíamos referido a similares resultados con otro estudio de parecidas características.
Para obtener estas conclusiones los
autores observaron durante 18 años (1992 - 2010) a más de 16.000 estadounidenses de ambos sexos. Un tercio de los evaluados habían tenido uno o
varios divorcios. En el grupo de los divorciados se observó una mayor tendencia
hacia los padecimientos cardiovasculares y, en concreto, al infarto de
miocardio, mientras que en los que continuaron casados esta prevalencia fue significativamente
menor.
No obstante, estos resultados no fueron
homogéneos, dependiendo del género. Así, los varones divorciados que volvieron a
casarse no mostraron un aumento de las tasas de infarto de miocardio comparado
con los nunca divorciados, mientras que las mujeres divorciadas que volvieron a
casarse el aumento en el número de infartos de miocardio fue notablemente
superior respecto de aquellas otras que tras el divorcio permanecieron célibes.
Además, en las mujeres que habían tenido dos o más divorcios el riesgo
cardiovascular para infarto fue similar al que se observa con otros factores de
riesgo como el tabaquismo, el exceso de colesterol o la hipertensión arterial.
Los autores sugieren que un cierto
aislamiento social y otros factores de orden fisiológico y psicológico que
supone la ruptura de la pareja pudieran jugar un papel clave que explicara esta
marcada tendencia hacia la enfermedad cardiovascular.
Los investigadores sospechan
que "el estrés psicológico agudo y crónico asociado al divorcio puede
jugar un papel clave que explique los hallazgos de este estudio".
Hay otros estudios que, por el contrario, indican en qué modo las desavenencias conyugales crónicas y reiteradas son,
igualmente, un importante factor de riesgo que acorta la vida de quienes lo
sufren y sobre todo inciden de una forma lamentable en la búsqueda de la
felicidad plena a la que todos aspiramos.
Son pocos los que se manifiestan
plenamente satisfechos con su modo de ser y estar y en ello el ambiente en que nos
desenvolvemos y las relaciones personales que mantenemos tienen la clave del éxito.