Recientes estadísticas señalan un extraordinario aumento de los casos atendidos en las urgencias de los hospitales para
pacientes necesitados de asistencia médica tras el uso de una droga ilícita y
peligrosa como la cocaína.
De los más de 2,5 millones de
urgencias atendidas anualmente en EEUU por abuso de drogas, la mitad de ellas
estaban motivadas por consumo de cocaína, lo que viene a confirmar que esta
droga es la más habitualmente consumida, no sólo en Estados Unidos sino en todo
el mundo occidental.
La cocaína es un alcaloide altamente
adictivo cuyo efecto más inmediato es un estado de euforia al que le siguen
otros efectos adversos de naturaleza aguda y, a largo plazo, crónica.
Hoy en día se sabe que entre esos
efectos colaterales, la miocardiopatía
dilatada es uno de los más habituales y graves. También el infarto agudo de miocardio, que no sólo
es frecuente en pacientes mayores sino que cada vez se
observa más en jóvenes cocainómanos que aun no han alcanzado la edad de veinte años.
Estadísticas del año 2012 indicaban que casi un 3% de la población de más de 12
años consumía cocaína de manera habitual.
La cocaína (benzoil-metil-ecgonina)
es un alcaloide cristalino extraído de la coca, una planta que crece de modo
preferencial en los países cálidos de Sudámerica. Sus efectos, en tanto que droga, son poderosamente
adictivos. Existen dos formas de cocaína: la sal hidroclorada que es la que
habitualmente se emplea para inyección intravenosa o para ser esnifada, y la
formulación de base libre conocida como "crack" o
"crack-cocaína" que sirve para ser fumada.
La cocaína, cualquiera que sea la vía
utilizada, produce un efecto euforizante inmediato mientras que, a largo plazo
y tras un consumo reiterado, induce cambios cardiovasculares muy graves.
El principio activo de la droga
estimula el sistema nervioso simpático induciendo un bloqueo en la recaptación
de catecolaminas en las terminales nerviosas libres lo que aumenta la
concentración sináptica de adrenalina y noerepinefrina. Los efectos
euforizantes son causados por las altas concentraciones de estos estimulantes y de modo particular por la acción de la dopamina a nivel del mesolimbo del sistema
nervioso central.
La potencia y duración de los efectos
depende de la vía de administración. El efecto más rápido se consigue con la
inyección intravenosa, aunque sus efectos son igualmente rápidos con la
inhalación nasal o la ingestión oral.
La vida media de la cocaína en el
organismo varía de acuerdo a la vía de administración, oscilando entre 1 minuto
y más de 2 horas. La colinesterasa, un enzima hepático, metaboliza la cocaína
haciéndola soluble en agua y facilitando su eliminación por vía urinaria. No
obstante, análisis de orina efectuados a las 72 horas de su consumo permiten identificar
trazas de sus previas concentraciones sanguíneas.
Son numerosas las complicaciones
cardiovasculares del consumo de esta potente droga. La cocaína modifica
directamente la estructura y la función del endotelio incrementando las
concentraciones de un poderoso vasoconstrictor: la endotelina-1, inhibiendo, al
mismo tiempo, la producción del más potente vasodilatador conocido: el óxido
nítrico. Todo da como resultado una brusca estimulación del aparato
cardiovascular propiciando un estado fisiológico que aumenta la frecuencia
cardíaca, la presión arterial e induciendo en muchos casos hipertensión
arterial, insuficiencia cardiaca congestiva, arritmias, infarto de miocardio,
disección aórtica e ictus.
Necropsia de un corazón con miocardiopatía dilatada. |
A largo plazo, la cocaína provoca
insuficiencia cardíaca crónica por miocardiopatía
dilatada y en algunos casos endocarditis
inflamatoria e infecciosa con afectación secundaria de las válvulas cardiacas.
En los últimos años el consumo de
cocaína ha sido asociado a la llamada "miocardiopatía dilatada de Takotsubo" o síndrome del "corazón roto", una forma de
insuficiencia cardíaca muy grave, de presentación brusca, directamente
relacionada con las altas concentraciones sanguíneas de catecolaminas
secundarias al consumo de esta droga.
También la experiencia clínica indica
que cesar en el consumo de cocaína se sigue de una drástica disminución del
riesgo cardiovascular derivado de la actividad de la droga.
Dicho queda.