El plan de alimentación para los pacientes que han
sufrido un infarto de miocardio, recomendado por cardiólogos y nutricionistas, debe
ajustarse a las siguientes pautas:
Energía
Las calorías totales de la dieta deben ser las
adecuadas para obtener un peso lo más cercano posible al ideal y mantenerlo lo
largo del tiempo. Asegurar un peso saludable es fundamental en el tratamiento
de las enfermedades coronarias, ya que la obesidad es uno de los principales
factores de riesgo cardiovascular modificables, es decir, aquéllos sobre los
que podemos actuar. Y es que la pérdida de peso produce muchos beneficios,
entre otros:
Disminuye las cifras de colesterol malo
(LDL).
Reduce
los triglicéridos.
Baja
las cifras de presión arterial.
Eleva
los niveles de colesterol bueno (HDL).
Evita
que se sobrecargue de trabajo al corazón.
Por lo tanto, la estrategia dietética en pacientes
coronarios con obesidad se basará en un plan de alimentación individualizado,
hipocalórico, bajo en grasas, que tendrá como objetivo adecuar las calorías al
gasto energético que favorezca una pérdida de peso gradual y sostenible. La
aportación de nutrientes debe ser equilibrada, rica en carbohidratos,
suficiente en proteínas de alto valor biológico y baja en grasas saturadas.
Grasas totales
Se recomienda que las grasas totales cubran menos de
un 30% del total de calorías. Es muy importante distribuir los ácidos grasos de
manera saludable, o sea, se favorezca la presencia de ácidos grasos insaturados
y se limite la cantidad de ácidos grasos saturados y colesterol.
Ácidos grasos saturados.
La dieta en la enfermedad coronaria debe ser baja en
grasas saturada, aportando entre un 8-10% del total de calorías. En algunos
casos, en una segunda etapa es necesario reducir a menos del 7% de las calorías
diarias. Este tipo de ácido graso se encuentra en los alimentos de origen
animal, como los lácteos enteros, quesos, carnes, mantequilla o aves. También
está presente en algunos aceites vegetales, como el de coco, palma y palmiste,
que son utilizados frecuentemente en productos industrializados y bollería.
Para cumplir las recomendaciones es necesario reducir la cantidad de grasa
saturada, adoptando unos simples cambios en la selección de alimentos. Por
ejemplo, reemplazar los lácteos enteros por semidesnatados o desnatados,
retirar la grasa visible de las carnes y la piel de las aves, sustituir la
mantequilla por aceite de oliva y utilizar métodos de cocción como el hervido,
el vapor, el asado o la plancha.
Ácidos grasos polinsaturados.
Según los especialistas, el aporte recomendado no debe
sobrepasar el 10% de calorías diarias. En este grupo se incluyen los ácidos
grasos omega 3, presentes en pescados azules como las sardinas, el salmón, el
jurel y la caballa, y los omega 6 de las semillas y cereales. Es muy saludable
consumir entre 2 y 3 raciones semanales de pescado, procurando que al menos una
de ellas sea de pescado azul.
Ácidos grasos monoinsaturados.
Aportarán hasta el 15% de las calorías totales. El aceite
de oliva y los frutos secos son ricos en estos ácidos grasos. Resulta muy
saludable incorporar este aceite en la alimentación habitual, principalmente en
reemplazo de ácidos grasos saturados.
Hidratos de carbono
Representarán aproximadamente el 55% de las calorías
totales. Para lograrlo, es fundamental aumentar el consumo de frutas, verduras
y cereales. Al menos 5 raciones diarias deben provenir del grupo de frutas y
verduras.
Proteínas
Aportarán alrededor del 15% de las calorías totales.
Están presentes en carnes, pescados, huevos, aves, legumbres y lácteos.
Colesterol
Menos de 200-300 mg al día. El colesterol se encuentra
solamente en productos de origen animal.
Sodio
Se restringe según la prescripción dietética. Es
conveniente cocinar sin sal, utilizando en su lugar condimentos como ajo,
cebolla, tomillo, clavo de olor, pimienta, orégano, etc.
La adopción de hábitos
cardiosaludables, como dejar de fumar y hacer ejercicio, es una medida
imprescindible en el tratamiento de la enfermedad coronaria. En el caso de la
actividad física, ésta debe emprenderse siempre bajo indicación médica y de
manera gradual. Otro hábito alimentario recomendable es realizar comidas de
poca cantidad, divididas en al menos cinco ingestas diferentes a lo largo del
día (desayuno, media mañana, comida, merienda, cena). Este fraccionamiento
contribuye a que el gasto cardiaco necesario para metabolizar los alimentos sea
menor.
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