jueves, 20 de noviembre de 2014

La margarita de la aspirina.

Desde hace más de 20 años se viene propugnando el consumo de bajas dosis de aspirina para la prevención primaria del infarto y del ictus, especialmente en aquellos pacientes con factores de riesgo como hipertensión arterial, diabetes, o colesterol elevado. Siempre ha habido dudas respecto de su eficacia preventiva y continuamente han sido reportados efectos secundarios graves, del tipo de la hemorragia digestiva, que han limitado su uso.

Recientemente, se han presentado datos de un estudio japonés, publicado este mes de noviembre en JAMA y presentados en el Congreso de la American Heart Association 2014. Según se desprende de las conclusiones del estudio JPPP (Japanese Primary Prevention Project) que enroló más de 14.000 pacientes de alto riesgo durante 5 años, el consumo preventivo de aspirina en bajas dosis (100 mg diarios) no dio resultados estadísticamente significativos en la prevención del infarto, ictus o muerte cardiovascular.

Existen en la actualidad otros estudios en marcha (Arrive, Ascend, Aspree y Accept-D) que investigan los mismos objetivos del JPPP. Pronto sabremos, a la luz de los resultados de estos ensayos, si la aspirina en dosis bajas es capaz de prevenir las complicaciones de la enfermedad vascular, antes comentadas.

Recientemente, la FDA (Food and Drug Administration) ha llamado la atención del colectivo médico y de la población general sugiriendo que la administración preventiva de aspirina puede no estar dando los resultados inicialmente preconizados, a la luz de las conclusiones que se vienen presentando en diversos ensayos clínicos.

No hay que olvidar, además, que la aspirina (el medicamento de mayor venta en el mercado farmacéutico mundial) no es un producto inocuo. Graves complicaciones hemorrágicas en los adultos y el gravísimo síndrome de Reye en la infancia limitan su uso indiscriminado.

Continuamos, por tanto, los médicos, deshojando la margarita: “aspirina sí, aspirina, no”. Futuras conclusiones de los actuales ensayos clínicos en marcha despejarán las enormes dudas que existen hoy en día sobre el empleo médico preventivo de este producto, obtenido a partir de la corteza del sauce, y del que existen referencias en papiros de la farmacología egipcia de más de cuatro mil años de antigüedad.