La sedación paliativa es un acto clínico de gran
trascendencia en el que los médicos, en especial lo que se dedican al cuidado
de pacientes terminales, están bien informados y concienciados. Por el
contrario, la inmensa mayoría de los profesionales sanitarios ni practican la
eutanasia, ni siquiera se sienten mínimamente interesados en ella.
Recientes estudios han venido a señalar que el deseo por
parte del paciente de anticipar su propia muerte se debe más a aspectos
emocionales, familiares y sociales, antes que en la desaparición definitiva del
dolor intenso que acompaña a algunas agonías.
Los grupos pro-eutanasia, para consolidar sus tesis, abogan
por el testamento vital donde quede especificado de modo claro y conciso, los
valores, deseos y creencias de cada uno, de modo que el documento otorgue un
soporte legal para que el médico que asiste al paciente irrecuperable pueda actuar
de un modo u otro. Sin embargo, esta cuestión es igualmente comprometida y
puede prestarse a interpretaciones dispares ya que un sujeto que redacta un
testamento vital en plena salud, difícilmente puede tener una percepción exacta
de las sensaciones personales que va experimentar cuando tenga que enfrentarse
a su fin. Por otro lado, ningún médico debería sentirse “presionado” por un
testamento vital para inducir activamente la muerte de quien la solicita.
La mayoría de los médicos y enfermeros, insisto, no están
absolutamente interesados en la eutanasia, al contrario; cada día se sienten
más involucrados y preocupados por dar los mejores cuidados paliativos a
pacientes terminales en los que la recuperación se sabe de antemano que es
imposible.
Lo que verdaderamente dejaría las cosas en su sitio sería
que, de una vez por todas, los legisladores, con la ayuda de los que entienden
en estas causas, aprueben una ley clara y rotunda de cuidados paliativos que a
todos deje satisfechos. Pero eso es otra cuestión. Aquí ya se sabe que la
sociedad va por un camino y la Justicia por el suyo.