sábado, 15 de noviembre de 2014

Eutanasia y sedación paliativa

La sedación paliativa es un acto clínico de gran trascendencia en el que los médicos, en especial lo que se dedican al cuidado de pacientes terminales, están bien informados y concienciados. Por el contrario, la inmensa mayoría de los profesionales sanitarios ni practican la eutanasia, ni siquiera se sienten mínimamente interesados en ella.

Recientes estudios han venido a señalar que el deseo por parte del paciente de anticipar su propia muerte se debe más a aspectos emocionales, familiares y sociales, antes que en la desaparición definitiva del dolor intenso que acompaña a algunas agonías.


Al día de hoy, existe una notable confusión derivada de la activa campaña desplegada por parte de grupos pro-eutanasia,  sobre lo que es sedación paliativa y eutanasia activa.  Según la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), la sedación terminal trata de inducir en el  paciente una disminución controlada del nivel de conciencia con el único objetivo de eliminar la angustia, el dolor, y el intenso sufrimiento causado por síntomas refractarios a la terapéutica habitual y que muy comúnmente se presentan en pacientes terminales, especialmente en los oncológicos. Por el contrario, la eutanasia, sea activa o pasiva, se refiere a aquella actitud en la que el médico actúa intencionadamente para acelerar la muerte del paciente o se inhibe médicamente para facilitarla.


Los grupos pro-eutanasia, para consolidar sus tesis, abogan por el testamento vital donde quede especificado de modo claro y conciso, los valores, deseos y creencias de cada uno, de modo que el documento otorgue un soporte legal para que el médico que asiste al paciente irrecuperable pueda actuar de un modo u otro. Sin embargo, esta cuestión es igualmente comprometida y puede prestarse a interpretaciones dispares ya que un sujeto que redacta un testamento vital en plena salud, difícilmente puede tener una percepción exacta de las sensaciones personales que va experimentar cuando tenga que enfrentarse a su fin. Por otro lado, ningún médico debería sentirse “presionado” por un testamento vital para inducir activamente la muerte de quien la solicita.

La mayoría de los médicos y enfermeros, insisto, no están absolutamente interesados en la eutanasia, al contrario; cada día se sienten más involucrados y preocupados por dar los mejores cuidados paliativos a pacientes terminales en los que la recuperación se sabe de antemano que es imposible.

Lo que verdaderamente dejaría las cosas en su sitio sería que, de una vez por todas, los legisladores, con la ayuda de los que entienden en estas causas, aprueben una ley clara y rotunda de cuidados paliativos que a todos deje satisfechos. Pero eso es otra cuestión. Aquí ya se sabe que la sociedad va por un camino y la Justicia por el suyo.