Los que vivimos en Madrid
nos hemos visto sorprendidos en estos días por las restricciones al tráfico
rodado como consecuencia de una orden del ayuntamiento de la ciudad en un
intento por reducir la alta contaminación atmosférica.
Y es que, en efecto, la
falta de lluvia, la ausencia de vientos, las elevadas temperaturas y los humos
tóxicos provenientes de muchas fuentes contaminantes, han traído a esta capital
una atmósfera irrespirable.
Hace algunos años la OMS
declaró la contaminación atmosférica como el noveno factor para el desarrollo
de enfermedades crónicas entre las que destacan las respiratorias, las
tumorales y las cardiovasculares, siendo directamente responsable del 6% de las
53 millones de muertes que se producen anualmente en todo el planeta, según
datos de The Global Burden of Disease
Study.
La contaminación
atmosférica ejerce un papel etiológico indudable en las enfermedades
respiratorias crónicas, favorece el cáncer de pulmón y laringe, precipita
situaciones tendentes al tromboembolismo, aumenta los valores de presión
arterial, facilita la aparición de arritmias cardíacas, desencadena el asma
infanto-juvenil, y eleva el riesgo para el desarrollo de arterioesclerosis,
infarto de miocardio e ictus.
Recientes investigaciones
epidemiológicas han determinado un aumento del 11% en la morbimortalidad
cardiovascular global por cada 10 microgramos de partículas PM2,5 (las más
peligrosas de todas) por metro cúbico de aire.
RMN que muestra un tumor (mesotelioma) delimitado por las flechas amarillas, que ocupa los 2/3 inferiores del pulmón derecho. |
Las PM2,5 son las
partículas respirables más pequeñas contenidas en el aire ambiental. Son también las más peligrosas por su alta capacidad de penetración en las vías
respiratorias. El elemento más contaminante productor de estas partículas
letales son los motores de explosión alimentados por diésel.
Esta contaminación ambiental
es aun más perjudicial cuando afecta a personas con enfermedades crónicas
debilitantes como insuficiencia cardio-respiratoria, diabetes, hipertensión
arterial, anemia, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, etc.
En el actual caso de la
ciudad de Madrid se agradecen los esfuerzos del consistorio para preservar la
salud de los madrileños pero, dicho lo anterior, hay que añadir que la flota
obsoleta de autobuses urbanos genera un 20% de toda la contaminación ambiental
y que, además, el humo proveniente de combustiones domésticas e industriales son igualmente contaminantes que podrían evitarse con una regulación urgente y de obligado
cumplimiento.