“Cosas veredes amigo Sancho que farán fablar
las piedras”. Cierta o no, esta frase atribuida a Cervantes mas nunca hallada en
El Quijote, lo auténticamente real es que de un tiempo a esta parte uno no se
acaba de curar de espanto ni de caminar por la vida desde el sobresalto al
duelo y desde el duelo al quebranto.
No hace mucho, el Korea Times, recogía una espeluznante información alertando a la
población de algo mucho más terrible que una teórica invasión atómica del
vecino del norte.
Según ese diario, desde agosto de 2011, las
autoridades aduaneras habrían detenido a más de treinta personas que, desde la
vecina China, trataban de introducir ilegalmente “las cápsulas de la eterna
juventud” que al parecer se venden como rosquillas a uno y otro lado de la Gran
Muralla. Si consiguieron detener a treinta “muleros” hay que dar por sentado
que se les colaron por lo menos trescientos o tres mil. Los chinos para eso y
para muchas otras cosas suelen ser muy listos. Y a los hechos próximos me
remito.
Las capsulitas presuntamente revitalizadoras no contienen en
su interior otra cosa que elementos proteicos extraídos de fetos que no
llegaron a término y restos viscerales, musculares y óseos de niños nacidos
muertos. Todos ellos debidamente desecados y liofilizados como mandan las
correctas leyes de la galénica.
El hombre se afanó siempre en la búsqueda de la
piedra filosofal para transformar los metales en oro y en el elixir de la vida
para convertir la vejez en perpetua algarabía. Ahora, los chinos, dicen haberlo
conseguido con estas macabras cápsulas, rellenas de carne humana, a las que les
suponen poderes milagrosos para curar el cáncer terminal y devolver la eterna
juventud a los que han entrado en el natural declive en el que la inclemente biología nos mete inexorablemente a todos desde el momento en que nacemos.
Esperemos que los controles aduaneros
españoles sean herméticamente impermeables a estas repugnantes “importaciones”
chinas porque, aunque el hambre bajo las actuales circunstancias sea mucha, lo
de volver al canibalismo tribal de épocas prehistóricas no tendría ninguna
gracia. Aunque tal cual van las cosas…
El deseo de la eterna juventud es tan apremiante que la gente es capaz de todo, José Luis. Si no, fíjate nada más en la cantidad de mujeres y hombres que se someten a cirugías estéticas, liposucciones, y tratamientos milagrosos para recuperar la virilidad y las mujeres para conservar la libido hasta los cien años... Los chinos como buenos comerciantes y engatusadores se aprovechan, ahora que los cuernos de rinoceronte y los tigres están en peligro de extinción. Lo que venden es asqueroso, antinatura, pero mientras encuentren consumidores...
ResponderEliminarCosas verdes amigo Sancho. !
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