Evaluando datos de la tercera
generación del Estudio de Framingham (1.003 nietos de la primera población analizada) , se ha comprobado que el consumo de bebidas azucaradas se asocia a
un notable incremento del índice de masa corporal (sobrepeso y obesidad) con un
significativo aumento de la cantidad y calidad de la grasa visceral, un
conocido factor de riesgo cardiovascular. El análisis del depósito graso
visceral fue hecho con ayuda de un sistema de tomografía computerizada.
Estos datos vienen a confirmar los
efectos perjudiciales, en la población juvenil y adulta de ambos sexos,
derivados del consumo de refrescos azucarados en una cantidad tan aparentemente
poco relevante como una unidad al día. Sin embargo, estas diferencias no se
observaron en aquellos grupos que tomaban bebidas gaseosas no azucaradas.
Este estudio, en palabras del Dr.
Jiantao Ma, del National Heart, Lung and
Blood Institute (USA), señala la necesidad de alertar a la población para
que suspendan o reduzcan al mínimo el consumo de refrescos azucarados para
evitar la obesidad visceral, el síndrome metabólico y posiblemente la diabetes
tipo 2, tres entidades nosológicas íntimamente vinculadas al desarrollo de la
arterioesclerosis y la enfermedad cardiovascular.
Según los investigadores del Estudio
de Framingham, este análisis marca un punto de inflexión a partir del cual ya
no existen dudas sobre las insanas consecuencias que supone el consumo de este
tipo de refrescos tan enraizados en nuestros usos y costumbres, lo que debería
alertar a las autoridades sanitarias para que dicten normas que regulen adecuadamente los contenidos
azucarados en todos los refrescos.
Los resultados de este análisis han
sido publicados el 11 de enero de este mismo año en la revista Circulation.
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