En el último congreso de la Asociación Americana de Urología
se ha presentado un estudio que ha causado un gran revuelo. Su conclusión más relevante es: A más eyaculaciones
masculinas menor riesgo de cáncer de próstata.
Se trata de un amplio estudio prospectivo que proporciona
incontestables evidencias sobre el papel que la eyaculación frecuente tiene
sobre el riesgo de padecer adenocarcinoma de próstata.
En el “Estudio de Seguimiento Profesional de la Salud” cuyo
período de observación fue de 18 años (1992 – 2010) se analizaron 31.925 varones, sexualmente activos, cuya edad promedio al ser
incluidos en el protocolo de seguimiento era de 59 años. En el cuestionario clínico se les pidió que reportaran el promedio de eyaculaciones mensuales.
Se produjeron, durante ese período de observación, 3.839
tumores malignos de próstata de los que 384 causaron el fallecimiento de los afectados, a pesar del
intervencionismo médico-quirúrgico activo.
Las observaciones indicaron que aquellos que eyaculaban al
menos 21 veces al mes el riesgo de cáncer de próstata se reducía en un 20%
frente a aquellos otros cuyas eyaculaciones no sobrepasaban siete mensuales.
Las diferencias observadas resultaron estadísticamente significativas. Para los
que manifestaron tener entre 8 y 12 eyaculaciones mensuales el riesgo se redujo
en un 10%.
Muy pocos participantes en el estudio manifestaron
tener menos de 3 eyaculaciones por mes. Por ello, se estimó un punto de
corte en 7 eyaculaciones mensuales para establecer un elemento de referencia
para el análisis estadístico.
Algunos investigadores han mostrado ciertas reservas sobre la
relación causa / efecto de los resultados indicando que, en el cáncer de
próstata, la edad es un factor determinante siendo este dato uno de los factores
de confusión que no ha sido debidamente correlacionado. Otros, por el contrario,
argumentan que los datos del estudio son contundentes aunque todos señalan la
necesidad de hacer nuevos estudios para que las conclusiones se clarifiquen al máximo.
Decía D. Santiago Ramón y Cajal que un varón no tiene impedimento
físiológico alguno para ser padre a los 60 años. Probablemente, argumentaba el Nobel de
Medicina, también a los 70, y añadía con picardía el ilustre neurofisiólogo: a
los 80, ¡seguro!